martes, 25 de marzo de 2014

Por qué nadar durante el embarazo

Si sos de las que piensan que la natación es una “fiaca”, enterate por qué conviene tanto este deporte durante el embarazo.

Muchas embarazadas interesadas en ejercitarse seguramente se pregunten cuál es la mejor opción. Si buscan en la web o si lo consultan con sus obstetras, pronto se darán cuenta de que la natación siempre aparece en los primeros puestos de cualquier ranking.  

Pero, ¿vale la pena vernos (absolutamente) ridículas con gorro y antiparras, pasar por el engorroso proceso de cambiarnos en un vestuario o arruinarnos el pelo con el cloro? La respuesta es ¡SÍ! El único requisito es vencer la inercia, ignorar el prejuicio de que la natación da “fiaca” y disfrutar sus enormes e indudables beneficios.



Para empezar, los más obvios. Cuando nadamos, quemamos calorías, entrenamos el sistema respiratorio y ejercitamos los músculos sin riesgo de lesionarnos. Eliminamos líquido y activamos la circulación, y, así, prevenimos la hinchazón, las várices o los calambres. Nadar distiende la columna y las articulaciones, mejora la postura y favorece una mejor recuperación después del parto.

Dentro de la pileta, podemos sentirnos livianas, adoptar otras posturas y movernos con muchísima libertad. Nos obliga a parar y a tomarnos un tiempo para nosotras. El agua barre las tensiones y diluye las preocupaciones. Además, como es un deporte solitario y silencioso, promueve la reflexión. Y nos permite vincularnos con nuestro bebito desde otro lugar, uno muy parecido al suyo. ¿Cómo? Basta con sumergirnos, entregarnos a la falta de gravedad, cerrar los ojos, sentir y escuchar como lo hace él dentro nuestro. 

Algunos consejos: Elegir una pileta olímpica o semiolímpica, para movernos con mayor soltura. Usar un traje de baño deportivo, porque nos hará sentir más cómodas y crecerá con nuestra panza (a no preocuparse). Bañarnos enseguida que salimos del agua, para eliminar el olor a cloro. Invertir un poquito en una máscara hidratante para el el pelo y usarla varias veces por semana. Convencer a una hermana o a una amiga para ir juntas (de a dos, todo es más entretenido). Si somos vagas, evitar la pileta libre; si miramos con recelo la idea de flotar con otras mamis, elegir clases regulares y pedirle al profesor que nos indique una rutina especial. Por último, siempre entrar y salir de la pileta despacio y por la escalera.

¡Tu cuerpo, tu mente y tu bebé estarán superagradecidos!


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